sábado, 12 de febrero de 2011

Capítulo 1: La pequeña niña que usaba tacones.

-Siguiente.


Escuche la voz de la secretaria, una voz delicada y dulce, Ella se refería a mí, debía entrar, era la siguiente.


Era una mujer mayor, lo note por las pequeñas arruguitas que se asomaron a través de su cálido rostro mientras me daba una sonrisa, tal vez sintió lo nerviosa que estaba, y quiso tranquilizarme.


Me paré, con cuidado ya que, bien, los zapatos que usaba no eran para mí , parecía un pato al caminar, al menos divertí a quienes me vieron subir por las escaleras hasta el 5to piso –Además de torpe, tenía que ser una miedosa – No soportaba los ascensores, la sensación de estar encerrada no la soportaba, la claustrofobia me mataba.


Luego de estar segura que no caería a ninguno de mis costados, mis manos no querían soltar a la hermosa silla que permitía que relajara a mis atolondrados pies.


-Genial, tendré que ir con todo y silla ahí adentro- Murmuré para mí misma.


Resoplé y volví a intentarlo, esta vez funcionó, ahora debía ir hasta la puerta sin caer, y eso no sería fácil, se podría decir que: Soy incapaz de caminar por una superficie totalmente plana, sin evitar torcerme o dislocarme algo , así es: Soy la criatura más torpe del planeta, y con los tacones eso era un muy gran reto, así que aquí iba. Me paré y trate con todas mis fuerzas de mantenerme erguida, balanceada y menos patética de lo que había sido mi gran entrada al edificio de la revista de modas más importante de todo Estados Unidos: Vogue


Logre llegar con pasos apresurados y acercándose mi caminar a la elegancia me sentí satisfecha y con la frente en alto, seguí hasta encontrarme con la hermosa y elaborada puerta de madera color cobrizo de la entrada al salón, donde se definiría lo que sería mi nueva vida me sentí aliviada, hasta que de repente al agachar mi cabeza y ver mis desocupadas manos, entendí que había olvidado un detalle en la silla, mis bocetos.


-Mi portafolio, ¡Ay! No, donde está, tengo a apresurarme- gemí en voz un tanto elevada.


Voltee mi cabeza y comencé mi búsqueda, y rápidamente mi mirada me llevo a la esbelta silla – más que yo, debo admitir- en la que espere.


Lo que sucedió a continuación fue: Humillante muy pero muy humillante, no, eso es poco .. es que fue algo, imposible, Yo soy imposible


Retrocedí un paso con sumo cuidado, y antes de darme cuenta estaba en el tirada en el suelo, bien, estaba desparramada en el suelo, y veía los hermosos zapatos altos de colores brillantes que estaban a la altura de mi rostro y que me dificultaban un poco la visión.


Me paré con cautela, sentía las miradas de todos clavadas en mí, mis oídos debían estar dañados, ¿Tan fuerte fue el golpe que me di? no oía risa o burla alguna. Me senté en el suelo, con los brazos apoyados en la silla y con las piernas entrelazadas, ya que al estar con falda no podía abrirlas, ya había creado demasiado espectáculo, como para que dijeran exhibicionista.


-Genial- susurré- Mi sentido del humor sigue intacto, al menos no me lo rompí.


Trate de apoyar mis brazos en el suelo, y ver si mis piernas reaccionaban, traté de pararme, estaba logrando ponerme de cuclillas, cuando de repente recaí en la realidad.


¿Qué estaba haciendo? , Mucha gente debía de estar viéndome, y yo estaba haciendo el completo ridículo, pero ¿Qué podía hacer yo? Tal vez en el 2000 inventen algo para contrarrestar lo torpe que soy, eso si no se acaba el mundo, ¡Y eh aquí de nuevo, mi gran sentido del humor, acompañándome siempre en mis torpezas! 


Trate de pensar que haría, levante la cabeza y las miradas seguían clavadas en mí, tenían sus rostros anonadados como sí pensaran: ¿Cómo se le ocurre caerse así? Es enserio, ¡Está Loca!


Necesité unos segundos-interminables, para mí- para pensar en algo, y a lo único que atiné fue a sonreír. Sí sonreír, curvé las comisuras de mis labios, buscando la forma correcta para imitar aquellas sonrisas “estúpidas” que alguien pone cuando hace una gran bobería y quiere despistar la atención de sus acompañantes, pero al parecer no logré nada es decir, casi nada. Escuché una dulce risita, era la secretaria, que se reía a la vez que llevaba su mano a su boca, para despistar su diversión ante mi torpeza, Gire mi rostro a su dirección y le dediqué una sonrisa, al menos ella no era tan fría. Y ya no me hacía sentir como si hubiera asesinado a alguien.


Volví a voltear y con la voz más acusadora que pude poner y dije, enfrentándome a mis miedos y vergüenzas: ¡¿Qué?! Al menos ella tiene sentido del humor, traté de ignorar la voz de la elegante y voluptuosa señora que gimió y casi se desmayó al momento en que termine mi frase, tuve que seguir y entrar rápido a la entrevista.


Me paré con rapidez, y rogué que no me cayera de nuevo, por suerte lo logré, tambaleé un poco, pero logré ponerme erguida con las piernas separadas y muy chuecas –El patito feo de nuevo, volvió a salir- dije para mí, tomé mi portafolios y trate de dar pasos largos y no correr y volverme a tropezar, en consideración a la señora que seguía hiperventilando, y se mantenía de pie con ayuda de dos elegantes jóvenes, mientras trataba de darse oxigeno con su gran abanico, solté una pequeña risita ante tan cómica situación, y al fin, giré la perrilla de un hermoso resplandor dorado y entré tratando de no descontrolarme y volver a tropezar con nada.


Entré. No había nada más que perfección en la gran sala de entrevistas, era amplio, con grandes ventanas por las que la luz entraba con gran fuerza y daba más realce al lugar. Con las paredes laterales color naranja, y las otras dos blancas, esa sí era una habitación espectacular. Con una planta de colores diversos y algunos fosforescentes en una esquina, y la gran mesa donde se encontraban los evaluadores de mi trabajo.Había personas a su alrededos unas 10, cinco a cada lado de la mesa. Todos vestidos de la forma más elegante-y costosa de seguro- que yo había visto en mi vida.


Me sentí tan.. tan pequeñita.


Era una pequeña niña con tacones... frente a todos ellos.


La hermosa mujer que estaba sentada frente a mí, y posabas sus delicadas manos en la pieza de madera- parecía que ella era la jefa, y sin duda la más bella de todas las presentes abrió los labios para dejar salir unas palabras de su pequeña boca.


-Buenos días- dijo con su penetrante mirada azul en mí..


Me congelé, ¡Responde tonta, responde!- Buenos días- dije en un murmullo, que al parecer sus tiernas orejitas escucharon.


Me sonrió, con una sonrisa pequeña, blanca y perfecta, de repente me avergoncé de mis dientes un tanto astillosos, bajo la mirada hacia los papeles de la gran mesa, mientras buscaba algo- Señorita…-dejo la frase incompleta, no debe de encontrar mi nombre en la lista, yo era insignificante así que no me dolió tanto que no me viera -.. Leah, Leah Ó Connor-


Asentí, estaba demasiado nerviosa como para hablar.


-Bien- volvió a hablar, con una voz dulce y sumamente femenina- díganos, ¿Cómo está hoy señorita Ó Connor?


Me muero de nervios, si por favor podría llamar a una ambulancia antes de que entre en shock… ¡Gracias!


-Bien, estoy bien- ¿Qué más daba? Tenía que mentir, me vería como tonta si dijera una de “mis frases”… Mejor dicho, ¡más tonta!


-Genial-la dama volvió a hablar- veamos tu trabajo entonces.


La mesa era enorme y la distancia entre ella y yo también, unos cuantos pasos por el gran salón me harían sufrir mucho, tanto física como emocionalmente.¿Qué iba a hacer?


-Querida- al parecer se refería a mí- ¿Estas bien? ¿En qué piensas?.. ¡Anda! Tráeme tus bocetos.


¡Estaba perdida! ¿Qué demonios iba a hacer? … Moriré.